¿Por qué no es posible tener un establecimiento para Masajes Eróticos?
Una historia que heredamos, aprendimos y decidimos compartir.
Cuando conocimos la historia de cómo nació este modelo, nos dimos cuenta de algo: las marcas que sobreviven en silencio no son las que más gritan, sino las que entienden el riesgo y la estrategia.
Esta historia no empezó con nosotras.
Empezó con una mujer joven, visionaria y testaruda —que se propuso abrir un spa clandestino de lujo en Polanco, y casi se mete en un problema del tamaño de su ego y de su renta.
Nosotras llegamos años después, cuando el modelo ya había mutado a lo que hoy conocemos: terapeuta con espacio propio, estructura descentralizada, y control inteligente del riesgo. Pero la raíz de esa idea, la semilla, nació de un error brillante.
🌙 Agosto de 2017: una anécdota que se volvió leyenda
Andrea —la fundadora original— regresó de Europa con un sueño “imposible”: crear un spa erótico que pareciera boutique, con aire de hotel cinco estrellas y cero señales de serlo.
Un espacio con velas, mármol, fuentes, música suave… y, claro, visitas discretas.
Durante unos meses todo salió bien.
Hasta que el edificio empezó a sospechar.
Los abogados del lugar contactaron a la administración, y la administración a ella.
La “operación boutique” dejó de ser invisible.
Y ahí llegó el primer aprendizaje que hoy sigue vigente: la discreción no depende de la decoración, sino del modelo.
El cambio de estrategia
Después del susto, una de las chicas del equipo —que años después se convertiría en una de sus mejores operadoras— le propuso lo que hoy es el corazón del sistema:
“¿Y si cada terapeuta trabaja en su propio espacio, bajo sus propias reglas?”
Fue un salto lógico.
No más establecimiento fijo, no más punto central de vulnerabilidad.
Solo independencia, movilidad y discreción absoluta.
Lo que en su momento fue una solución improvisada terminó convirtiéndose en una estructura maestra:
cada terapeuta maneja su propio mini spa, con estilo personal, horarios flexibles y autonomía.
Sin jefes. Sin fachada. Sin riesgo.
El modelo actual: inteligencia, no clandestinidad
Cuando nosotras conocimos esta historia, estábamos buscando algo diferente.
No queríamos invertir en un spa, queríamos invertir en un sistema que pudiera sobrevivir a su creadora.
Y eso fue lo que encontramos: un modelo que equilibra libertad y control, deseo y estrategia, placer y logística.
No hay un “local”.
Hay una red de espacios curados, cada uno con su energía, su estética y su propio nivel de confidencialidad.
Sí, es más costoso al inicio.
Pero en el largo plazo, es lo que permite que las chicas crezcan sin toparse con abogados, vecinos ni rumores.
El costo inicial se convierte en independencia sostenida.
Lección para las nuevas generaciones
Si estás soñando con abrir un establecimiento fijo, déjanos ahorrarte algunos meses de estrés y un par de noches sin dormir:
no lo hagas.
No importa cuántas fuentes pongas, ni cuántas toallas blancas compres.
El problema no es el look, es el modelo.
Tarde o temprano, un edificio, un vecino o una administración te recordarán que la discreción y la legalidad no conviven bajo el mismo techo.
Lo que sí funciona es la descentralización:
una red de terapeutas que trabajan con inteligencia, propósito y autonomía.
Lo que aprendimos de ella
Andrea no dejó una empresa; dejó una idea:
que en este negocio, el lujo no está en las paredes, sino en la estrategia.
Nosotras solo la tomamos, la hicimos rentable, y la llevamos más lejos.
Así que, si estás leyendo esto porque quieres formar parte, recuerda:
este modelo no es para cualquiera.
Es para mujeres que saben moverse, adaptarse y mantener la cabeza fría.
Porque el lujo, cuando se vive con inteligencia,
deja de ser un riesgo… y se convierte en un arte.